dimecres, 4 d’abril del 2012

"QUITATE EL CUERVO DE LA CABEZA"

En el Teatro Nacional de Mannheim, el director de escena Achim Freyer ha presentado una muy discutida nueva producción de "Die Walküre", continuación del "Das Rheingold" que estrenó en 2011, ambas dentro de su proyecto global del Ring.
En "Die Walküre" el escenario rotatorio gira con vertiginosa monotonía durante casi dos actos y solo se detiene al morir Siegmund.  Achim Freyer deja también girar su ya conocido aparato de asociaciones y fantasía presentando nuevas ideas y muy sugestivas imágenes.
El vestuario, pensado también por él mismo, crea un sistema de referencias cruzadas y alusiones cuales son, por ejemplo,el malvado Hunding ( Manfred Henn) apareciendo como un gran danés jadeando tras el lobo Siegmund ( Endrik Wottrich),  o Brünnhilde ( Judith Németh ) con un cuervo vigilante de Wotan en su sombrero.    Brunnhilde devolverá a su padre el cuervo y también unas alas de mariposa  antes de entrar en el sueño profundo....
Con sus hermanas el cambio es a lo artesanal :    por sombrero llevan máquinas de coser, tijeras, un clarín y más utensilios que carecen de sentido.  Los caballos que presentan son mecánicos con un aspecto deformado y chillan tánto que acaban con los nervios de cualquiera.  Quizás el gran artista de la maquinaria, Jean Tinguely,  se enfureció y los aplastó contra la pared.
En sus mejores momentos, la ingeniosa imaginación de Freyer recordó  la poesía enigmática del surrealismo del pintor Max Ernst pero su mayor problema residio sin embargo en una falta clara de narración dramática.  Ya se sabe que, contratar a un director de escena con un estilo personal tán pronunciado, lleva consigo el peligro de repetición  y eso fué  seguramente lo que causó  la fuerte polémica en el público,.
Desde el estreno mundial de su puesta en escena de "Das Mädchen mit den Schwefelhölzern" del compositor alemán Helmut Lachenmann en 1997, Achim Freyer se fue dedicando cada vez más al teatro post-dramático y justamente éste tipo de teatro  basado en la expresión mímica tropieza bastante con el realismo sentimental de la música de Richard Wagner.
Hace 20 años, Robert Wilson logró una escenografía de "Parsifal" con métodos bastante parecidos a Freyer, y quedó claro que este enfoque  no tiene chance cuando se aplica a un autor con una dramaturgia musical extremadamente potente.  Los movimientos repetitivos suenan a monótonos, parecen artificiales y de pronto inseguros.   Es un corsé escénico que impide a los cantantes  toda clase de expresión teatral.

El director de orquesta, el jóven Dan Ettinger, y la orquesta casera que toca cada vez de forma más tosca, apenas aportaron un nivel de desarollo dramático, ni mucho menos uno de tensión. Lástima!

Metina Radach

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