diumenge, 29 d’abril del 2018

UN VERDI WAGNERIANO


DON CARLOS: EL VERDI MÁS WAGNERIANO.
La burguesía parisina de la época, ilustrada y culta, apreciaba las composiciones del italiano Giuseppe Verdi, y este correspondía con obras y argumentos que tenían como origen o destino, la capital francesa, la más cosmopolita durante el siglo XIX:
Verdi recibió el encargo de una nueva composición para la Ópera de París, con motivo de la segunda exposición universal del 1867 o. La versión francesa de la ópera Don Carlos fue estrenada en París ese mismo año. Basada en la adaptación de la obra homónima histórica de Friedrich von Schiller, relata la vida en la corte española de Felipe II y su matrimonio de conveniencia con la hija del Rey de Francia, Elisabeth de Valois, con objeto de acabar con las guerras frecuentes entre los dos estados.
Del original en francés y de larga duración (aprox 4 horas y media), se hicieron varias versiones en italiano, hasta 6 o incluso más- para adaptarse a las exigencias de algunos teatros- eliminando el primer acto de Fontainebleau, y recortando algunas escenas,- decisión desafortunada, puesto que no contribuye precisamente a la mejor comprensión del libreto- con el objetivo de reducir en una hora el tiempo de representación. A pesar de que históricamente, se represente con más frecuencia la versión italiana, nosotros valoramos la original francesa, por responder a la idea primigenia del compositor, por ser más coherente y entendedora del libreto
La Ópera de Lyon ha presentado la versión original parisina de cinco actos, de Don Carlos, en el marco del festival monográfico de primavera, este año dedicado a Verdi.
Tanto los libretistas Joseph Mery y Camile du Locle, como el compositor, lograron crear una auténtica obra maestra, con el resultado de una simbiosis entendedora. Sin duda la mejor ópera de Verdi y también una de las destacadas de todo el repertorio operístico.
La extensión de la obra se justifica, por la cantidad de Arias, dúos, concertantes, coros y marchas triunfales: Un compendio “Tutto Verdi” con influencia de la música de Richard Wagner(como mas adelante podremos comprobar), que refleja estados de tensión, emoción, poder, traición, fustración, deslealtad, odio, fraternidad, amor imposible, falsedad, seducción, compromiso, dolor, nostalgia, ternura, tristeza etc. En definitiva, todo un catálogo sobre los sentimientos que conforman nuestra condición humana. La ópera Don Carlos resulta un tratado moralista, casi filosófico, llevado a las tablas de un teatro.
El trabajo de  puesta en Escena, es de cierta complejidad, por la necesidad de conciliar, por un lado, una dimensión intimista, que es  atravesada por el hilo de la historia: por un pueblo que sufre, los cortesanos y los monjes, y consecuentemente, mover una gran masa de figurantes.
El director de escena de esta producción el francés Christophe Honoré, es un intelectual, dramaturgo, director de cine muy  premiado, director de teatro, con todavía  corto recorrido como director operístico, aunque muy interesado en profundizar en ello.
La puesta en escena, para esta producción de Lyon, no satisfizo nuestras expectativas: Poco vistosa, incoherente, oscura- probablemente para hacernos ver un estado de ánimo deprimente-  muy estática: En el cuadro final del III acto, correspondiente al llamado “acto de fé”, la escena se compone de  tres planos superpuestos, abajo el pueblo, en medio la corte, con el rey, y en la parte superior, el clero. Muy entendedor de quien domina a quien, pero muy pobre en movimiento escénico, cuando la salida triunfal del Rey y sus cortesanos, la marcha de los monjes, seguida en procesión por el pueblo y el júbilo de la música, sugieren y hasta exigen un vivo movimiento  de toda la escena. La escenografía es fea, dominada por muchos cortinajes y paredes negras. Tampoco logramos entender el significado de la princesa de Éboli en silla de ruedas.
Verdi quiso una composición, con el esquema de la “Gran Opera” parisina de la época que siempre incluía  un ballet, que no tiene nada que ver con el argumento de la obra y que normalmente no se representa. En esta producción, Honoré lo incluye aunque reducido en tiempo, con resultado dudoso: Una pantomima del pueblo  bailando como una “yenka” con cuatro bailarines haciendo todo tipo de contorsiones que no se corresponden en absoluto al ballet.

En cambio, vocal y musicalmente este Don Carlos de Lyon alcanzó el máximo nivel de excelencia:
El barítono francés, Stéphane Degout, formado en el Conservatorio Superior de música y perfeccionado en el taller de música de la Ópera de Lyon, es asiduo en esta casa. Su Rodrigo fue de referencia, ya en el temprano dúo con Don Carlos, “Dieu, tu semas dans nos âmes” del segundo acto, y especialmente, en el aria final del IV acto “C’est mon jour supreme, Échangeons l’adiu solenne” donde se despide del mundo y de Don Carlos.
La figura del gran Inquisidor, refleja, la primacía del poder político de la iglesia sobre el el rey, sometido al dictado de aquella. Roberto Scandiuzzi, que con Felipe II ha hecho el rol de su vida, en esta producción, borda con maestría y su voz de bajo profundo, el papel de Gran Inquisidor.
Michele Pertusi, como Felipe II, -después de conocer que  su esposa Elisabeth, ama a Don Carlos y no a  él- describe a través de una meditación profunda, apoyado en una mesa repleta de documentos y con la luz de las candelas a punto de consumirse, al alba y como saliendo de un sueño, su aria  “Elle ne m’aime pas “ la  mas destacada del repertorio para bajo, donde Pertusi alcanza una notas increíblemente bajas.
El aria de mezzo-soprano del IV acto cantada por la Princesa de Éboli, es sin duda la mejor de todo el repertorio verdiano, la suiza de Ginebra Eve-Maud Hubeaux- Asidua en Lyon- de bonita voz, cálida,aterciopelada, redondeó una gran actuación y  fue muy aplaudida
El aria de Elisabeth al inicio  del V acto; con un largo prólogo musical, donde rechaza las vanidades del mundo, fue de excelente interpretación en la voz de la soprano inglesa Sally Matthews.
En esta representación del Don Carlos, el alto nivel interpretativo de la orquesta y cantantes, se debe al buen hacer y profesionalidad del joven director musical, Daniele Rustioni, jefe permanente de la Ópera de Lyon, de tradición en el encumbramiento de grandes directores que, posteriormente, han hecho carrera en el circuito internacional-John Eliot Gárdiner, Kent Nagano, Ivan Fischer, Kazushi Ono - El milanés, (del que se dice es el nuevo Claudio Abbado) ya en estos momentos se le considera un gran director, a la altura de grandes de la batuta que empezaron a destacar desde muy jóvenes, como el granadino Pablo Heras  Casado, el inglés Daniel Harding o el Venezolano Gustavo Dudamel
Cuando Verdi estrenó don Carlos en París en 1867, su contemporáneo Richard Wagner ya había compuesto algunas de sus óperas como Lohengrin y Tristán e Isolda. Es evidente la influencia del compositor germano en la música del de Busseto: La ópera Don Carlos, con una duración de casi cinco horas, incluye hasta 50 leitmotivs (motivos conductores)- que el espectador atento va descubriendo-. Es el Verdi mas wagneriano!!


Jose Luis Bruned
Marzo 2018.

dimarts, 24 d’abril del 2018

dijous, 19 d’abril del 2018

JUDITH GAUTIER - WAGNER

Judith Gautier (Paris, 1846-Dinard, Bretaña, 1917)

Hija del reputado escritor francés Théophile Gautier y casada también con el escritor Catulle Mendès, que como ella era ferviente wagneriano y colaborador de la Revue Wagnérienne de 1885 a 1887. Judith conoció la música del compositor en su estreno del concierto del Teatro de los Italianos en febrero de 1860, cuando asistió junto a su padre a la presentación de la música de Wagner en Paris, llegando a mostrar su desacuerdo por los comentarios realizados por el músico Héctor Berlioz también presente en este estreno.  
Años más tarde, sin cumplir todavía los 18 años, escribió varios artículos para la prensa sobre óperas de Wagner, firmando bajo el pseudónimo de Judith Walter (como el personaje de Walter von Stolzing de Die Meistersinger von Nüremberg). Uno de estos escritos probó fortuna enviándoselo a Wagner para que lo corrigiese y éste terminó por invitarla a Tribschen. De esta invitación surge la primera de las visitas realizada por la escritora al músico en su retiro de Tribschen en Lucerna, Suiza, 1869, viaje en el que también le acompañaron su marido Catulle Mendès y el también poeta Villiers de l’Isle Adam. El libro está escrito en primera persona y narra, de forma directa y simple, este primer encuentro, ofreciendo al lector una impresión de espontaneidad y franqueza de los testimonios del propio compositor o de las charlas mantenidas con Cósima von Bülow sobre Wagner o su padre, Franz Liszt. Judith Gautier narra las vicisitudes vividas en aquel verano como espectadora privilegiada desde la cotidianeidad familiar que rodeaba a Wagner, sus costumbres, su amor por las excursiones, su trabajo -se encontraba componiendo Siegfried- o la admiración devota por Ludwig Schnorr von Carolsfeld, el que fuese su intérprete ideal, que había estrenado Tristan und Isolde en Munich, 1865.
Pero no será este es el único de los viajes que Judith realizó a ver a Wagner, también realizó otros como para el estreno de Parsifal en el Festspielhaus de Bayreuth 1882, libreto y composición que había seguido muy de cerca, especialmente por ser su  traductora al francés y la amplia correspondencia con el músico ofreciéndole consejo durante la composición en materia lingüística, recordemos que Judith Gautier fue una de las primeras traductoras de las lenguas orientales (chino, japonés) y buena conocedora de las lenguas indoeuropeas. También se habla de ella como la inspiradora del personaje de Kundry de la ópera Parsifal.
En París se convirtió en una de las más fervientes wagnerianas, no sólo en su labor de traductora de las óperas al francés, y crítica musical, sino también realizando en su apartamento parisino espectáculos de marionetas representando el ciclo del Anillo del Nibelungo o los actos primero y tercero de Parsifal.
Judith Gautier se convirtió en 1910 en la primera mujer escritora en entrar en la Academia Goncourt de las letras francesas.


                                                                                              Lourdes Jiménez
                                                                                              Doctora en Historia del Arte


dissabte, 14 d’abril del 2018

PALESTRINA UNA ÒPERA PER VISIONAR

Del compositor alemany, nascut a Moscou l'any 1869, Hans Pfitzner (Hans_Pfitzner) hem recuperat aquest resum de la producció estrenada a la Staatsoper de Munich l'any 2009 de la seva obra més
emblemàtica Palestrina.
Seguidor de la corrent wagneriana que va impregnar els inicis del segle XX, i creador del seu propi llibret, Pfitzner va aconseguir una obra cabdal que va ser reconeguda dins el període d'entre guerres fins a caure en l'oblit més endavant.
Deixant al marge les  inclinacions polítiques de Pfitzner, Palestrina ha estat, per fortuna pel món operístic, merescudament rescatada.
Tant de bo fos programada pròximament.


dilluns, 9 d’abril del 2018

EL MIRACLE D'HELIANE


El punt culminant de l'òpera Das Wunder der Heliane d'Erich Wolfgang Korngold, és el moment en que Heliana proclama la seva inocencia davant del jurat que la vol condemnar per adulteri.
Una versió impressionant es la que us presentem en la veu de Lotte Lehmann en uns instants plens de voluptuositat.


dimecres, 4 d’abril del 2018

ENS AGRADARIA VEURE AIXÒ

Ens agradaria que el Liceu programés també òperes que obligatòriament s'han de descobrir i mostrar al món operístic.
Das Wunder der Heliane: una òpera de Erich Wolfgang Korngold.
La Deustche Oper de Berlin la te en programació des de el 18 de març fins el 6 d'abril.