dimecres, 29 d’abril del 2015

PARSIFAL BAJO EL PRISMA TCHERNIAKOV


Berlin, Schillertheater, 2015
Hace mucho tiempo que no se veía una crítica religiosa tan radical como la realizada por el escenógrafo ruso  Dimitri Tcherniakov para la ópera estatal Unter den Linden en el Schillertheater de Berlín y por expreso deseo de Daniel Barenboim. En un interviu de Tcherniakov dado a la revista operística alemana OPERNWELT del mes de Abril, Tcherniakov dice que se asustó bastante cuando Barenboim le propuso realizar la escenografía para el nuevo Parsifal. Tcherniakov dice que al principio intentó buscar un camino para salir del proyecto, pero la música ejecutó como una droga que duerme el sano sentido humano y que luego no le fue posible defenderse en contra de ello que realmente le asustó. El tema, las figuras y todo en él parecieron oponerse en contra de esa obra. Fue la primera reacción en Tcherniakov, pero más tarde se dió cuenta que esa resistencia le servía de punto de partida del camino  para realizar la obra y que le pareció necesario responder a ese reto. Tcherniakov señala que no lleva la temática del Santo Cáliz en la sangre como cualquier director de escena alemán y que es uno de fuera del país, pero comprendió que precisamente por ello fue elegido por Barenboim. Un marginado. Todo un experimento.

A primera vista, la escenografía de Tcherniakov realmente no parece muy revolucionaria. Al contrario: en vez de servirse del repertorio de ideas modernas escenógrafas, Tcherniakov saca a relucir la tradición escenográfica bayreuthiana de muy de antes. Vemos el castillo del Santo Cáliz a hemiciclo diseñado por el mismo Tcherniakov, haciendo referencia a las columnas e arcos de los bastidores del estreno mundial que hicieron efecto hasta en el simbolismo circular de las escenografías de Wolfgang Wagner. Y cuando René Pape con voz potente de Gurnemanz enseña a la nueva generación de aspirantes de la orden de caballeros de Santo Cáliz sobre el mito de la fundación del mismo, todo resulta una conferencia diapositiva con los bosquejos de 1882.
Barenboim celebra la música de Richard Wagner con tempi a paso de tortuga. Al mismo tiempo,Tcherniakov sirve un ritual tortura cruel de los caballeros de la orden de la sagrada sangre en el espantoso frío del sótano del castillo: todos llevan cazadoras, bufandas, gorros y hasta guantes de invierno! Titurel aparece vestido de antepasado de los vampiros con un largo abrigo de cuero y se tumba en el ataúd al igual que el conde Dracula. Titurel eligió a su hijo Amfortas como víctima que siempre sirve de nuevo al ser destripado en vivo. A lo mejor le causó la herida personalmente. La cuadrilla de caballeros ávidos procuran que la herida no se cierre. Wolfgang Koch realmente representa el deterioro de aquel personaje hasta la expresión vocal áspera. Le quitan las prendas sin el menor perdón y tiran sus vendajes con avidez para exprimir nueva sangre de una herida abdominal gigante. Nunca se había visto que el ritual adoración de sangre resultase tan asqueroso como en ésta puesta en escena. Y ésta impresión también se aplica sobre la parte musical, porque Daniel Barenboim celebra los tempi a paso de tortuga y sacrifica todos los momentos intensificantes, señalantes e utópicos que también son parte de la partitura. La magia de las relaciones compositorias, la ramificación de la red de motivos que sabe tejar un hilado acústico de recuerdos y presentimientos se dividen en apáticos reflexiones de momentos particulares.
En el segundo acto, que tiene lugar en el jardín mágico de Klingsor, el bastidor cambia de color. Ahora, todo luce un blanco hospitalario y corresponde a la neurosis obsesiva de Klingsor. Tómas Tómasson finge ser un anciano pedófilo con rebeca de punto y zapatillas de fieltro. Da órdenes a un grupo de chicas jóvenes con vestiditos florales. Para Tcherniakov, todas son hijas de Klingsor y permite sospechar que ésta contrasecta feminista finalmente funciona de la misma manera que la de los caballeros. Ambas sectas se basan en un míto de sacrificio, en ambos reina el incesto, la locura y la violencia. Parsifal, el jóven mochilero con pantalones cortos y camiseta, se encuentra por casualidad en éste mundo enfermo. Parsifal también tiene su neurosis y traumata sexuales, pero logra superarlo con Kundry por medio de una especie de análisis psicolócica corta. Kundry puede desahogarse en sus hombros en el tercer acto. Salvado de la tortura, Amfortas a su vez encuentra su tranquilidad interior en los brazos de Kundry y casi parece, que la humanidad podría salvarse del yugo de las comunidades forzadas. Pero en el último momento, el poderoso Gurnemanz clava Kundry el cuchillo en la espalda, Amfortas sufre un colapso y Parsifal sigue viajando.
Tcherniakov pone en escena una drástica crítica de aquel hurgamiento de heridas de declaración religiosa que sirve de tema de la obra 'Parsifal'. Aparte de ello, su escenografía no lleva adelante ningún tipo de perspectivas a la obra. De tal manera, apenas queda algo más de " la única obra milagro " desde el punto de vista de Alban Berg que un rendimiento vocal estupendo. René Pape sigue siendo un Gurnemanz preciso y de comprensión del texto insuperable. Andreas Schager dío su prometedor debut de un Parsifal juvenil y Anja Kampe representaba su rol con su ya acostumbrado furor artístico y interpretaba la Kundry de Tcherniakov tan excelente como la cantaba.

Fuertes aplausos y bravi para los cantantes. Barenboim y su orquesta también aparecieron en el escenario.


Metina Radach
función visitada: 18.04.2015
fuentes: Opernwelt Abril 2015, interviú pág. 37
              crónica de Julia Spinola/Deutschlandradio


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada